domingo, 4 de marzo de 2012
Aprender a través del dolor
Desde que era pequeño tengo la manía de leer el periódico todos los días
y desde hace unos años me dió por los diarios de economía. Con el
tiempo, quiera que no, terminas por entender el idioma y cuando menos te
lo esperas te ves reprimiendo un gritito al leer un porcentaje de esos
que antes pasarían por delante de tus ojos sin pena ni gloria.
Despropósitos. Ya sólo leo despropósitos. Estamos dentro de una espiral
de estupidez orgullosa de la que es imposible salir, porque somos tan
estúpidos que ni siquiera podemos ver que somos parte del problema.
Vivimos una nueva era política. Uno entra a ver los datos, los compara con el día a día de la
gente y es imposible no preguntarse qué coño está pasando. España es ese
niño malcriado que te roba las gafas para meter las patillas en el
enchufe y la imbécil de su madre le rie la gracia. Necesitamos un
guantazo fuerte, de los gordos, de esos que la gente se acerca a mirar
horrorizada dudando por unos segundos si seguimos vivos o muertos. El
problema de España no son los banqueros, ni los políticos, ni los
controladores aéreos. El problema de España son los españoles: una masa
acrítica, aborregada, conformista y orgullosa, que se cree juez, árbitro
y médico, todo a la vez. El español medio da tanto, tantísimo asco, que
ya no sé si es asco o pena. El español medio ni sabe ni quiere saber.
Pero va a saber. Y va a aprender de la manera más dura. Parados
desesperados, gente viviendo en la calle, enfermos muriendo como perros porque han saqueado la sanidad
ante su aplauso. España va a aprender de golpe y porrazo todo lo que ha
ignorado activamente en estos años. Aprenderá a no usar el dinero que
no existe, aprenderá a valorar el que sí existe, aprenderá a votar,
aprenderá que todo es mentira. Y todo eso, con suerte, porque el español
medio va a tener que hacer frente a las adicciones y a los suicidios,
que van a ser los primeros indicadores de salud en pegar el salto y le
puede tocar a cualquiera, aunque contamos en nuestro favor con el
característico optimismo descerebrado español basado en soluciones
mesiánicas. Hay que disfrutar estos últimos meses en los que la miseria
más absoluta sólo se ve en la tele. Ya está todo preparado (salvo que el
verdugo nos deje escapar como no nos merecemos) para que empiece el
cambio y España se convierta de repente en el coñocrático y apestoso
país del sur que como una cebolla cortada hace llorar a los países del
norte cuando sacan en el telediario a nuestros hijos pasando hambre.
Esto no es nuevo. Esto ya ha pasado en otras partes del mundo. Va a
volver a pasar ante la atenta mirada de un gran número de votantes
sorprendidos por su propia estupidez. Vamos a aprender a través del
dolor, y ya no servirán de analgésico ni el fútbol ni las estampitas de la virgen.
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