sábado, 14 de abril de 2012

Que siga la fiesta

Asisto atónito al debate sobre la salud del monarca. Pobre hombre, que sus huesos están tan quebrados como el país que le paga las putas trabajando hasta los 67 años. Ese no es el debate. Ni ese ni el del nieto que juega con escopetas como si viniera de una familia de analfabetos. El debate es y debería ser, hoy 14 de abril, si necesitamos mantener el ritmo de vida de lujo de este borracho corrupto, amigo de la peor calaña del mundo entero, para que nos salude de vez en cuando justo antes de entrar en algún acto en el que seguramente tropiece y caiga al suelo, como nos tiene acostumbrados. La escena de mi gente agitando la banderita y comentando los trajes y vestidos que lleva la Familia Real es tan patética, tan absurda y surrealista, que me levantan arcadas imposibles de retener. Si pudiera comer todo lo que tengo ganas de vomitar cuando veo a esta ilustre familia hablando de apretarse el cinturón, tendría que convertirme en un Borbón. 2.000 dólares cuesta el famoso día de caza, sin contar el vuelo. 20.000 dólares son más de 20 meses el salario mínimo interprofesional de un trabajador cualquiera, con la diferencia de que el trabajador no lo gastaría en cazar en safaris de lujo en Botswana. O sí, quién sabe, porque el español medio es así de imbécil. Estamos a cero coma dos minutos para empezar a saber de qué va esta crisis y ni el español medio ni el cazador campechano se han enterado todavía. Ambos van a sufrir su propia estupidez hasta la lágrima, y me gusta, porque ningún acto debe pasar sin consecuencia, por muy mala que sea. Nuestro acto ha sido votar PPSOE durante décadas y el del rey, robarnos a manos llenas ignorando que cuando nos falte a nosotros, los ciudadanos empezarán a cuestionarle.

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